VIAJEROS



Escrito por Pablo Montoya
Ilustrado por José Antonio Suárez Londoño
Editado por Tragaluz Editores
Recomendado para grandes lectores
Poesía
    
     Viajeros hace parte de una colección de Tragaluz Editores llamada Poemas ilustrados que, como su nombre lo dice, buscaba acompañar la colección de poemas que se presentaba. Así, junto a Montoya aparecen nombres como Giovanni Quessep, Meira del Mar o Juan Gustavo Cobo Borda. La colección se caracterizaba además por traer un pequeño documento en audio que recopilaba la lectura de los textos por parte de su autor. Es un pequeño disco plateado sin ninguna señal de su importancia, casi como si a la editorial se le hubiera ocurrido a última hora incluirlo en la publicación.

En ese momento, 2011, el nombre de Pablo Montoya se conocía por tener en su haber la publicación de algunos libros de cuento y de poesía. Viajeros, de hecho había sido publicado en 1999 por la Editorial de la Universidad de Antioquía. Montoya no había prefigurado aún el Tríptico de la infamia. Era, por decirlo de alguna manera, un ilustra desconocido que tejía su camino.

Jorge Cadavid, en el Posfacio de Viajeros afirma que “La prosa lírica de Pablo Montoya no encaja en la tradición poética colombiana, su voz es completamente nueva” (p. 101). El trabajo de Montoya en este caso es variado, propone un acercamiento a diversos viajeros en la historia a través de la poesía en prosa. Sus descripciones son vívidas y plenas de asombro, la voz con que dota a algunos de los personajes de la ficción y en la historia, no se encuentran exentas de sorpresa y belleza. Así, Moisés se queja,

¿No sufrí la humillación, el destierro, la agonía de saberme de ninguna parte? Pudiendo espantarme con el paso de mis horas, y olvidar tu designio, obedecí. Me alejé del hogar. Dejé de ser amante. (…) Si fui soberbio, fue para no sucumbir a un derrumbe que me pareció ineludible. Si tuve excesos, ellos apenas mostraron una frágil imagen de los tuyos. Pero ahora dices que la tierra ansiada no la pisarán mis pies. Y ordenas mi retiro. Como si yo fuera una cosa gastada e inútil (p. 13).

     Por su parte, en Un Makua explorará un tema caro para su prosa futura, los tatuajes,

El tatuaje a veces es un escueto dibujo para la danza. (…)Los asesinos llevan un sol negro en el cuello. Y al sumiso, dos palos cruzados le cubren el mentón. Cuando el tatuaje es un círculo hecho en el tobillo, secretos de la tierra se han revelado al portador. Una diminuta línea trazada en la yema de un dedo es el poema, lo único que perdura (p. 27).   
    
Cada texto, que no suele sobrepasar la página de extensión logra desestabilizar al lector con una figura plena de belleza. Sin embargo, Jorge Cadavid miente al decir que su voz es completamente nueva, pues hay un poemario importante que antecede en intenciones al de Montoya. En este caso se trataría de El país del viento de William Ospina, que busca hacer un recorrido por la historia de América a través de la poesía. Incluso, el tono llega a ser similar en algunos momentos, incluso ambos poemarios tienen un tema al final en común, al astronauta. Con todo, la obra de Montoya llama al detenimiento, a la fascinación, al descubrimiento. Comienza a perfilar una nueva tradición poética que se detiene en los personajes y en los hechos, que se detiene en las características del recorrido - en el horror de Dante al descubrirse su propio guía- más que en el destino del camino.

Un libro que es el indicado, para terminar una etapa, y es el indicado para abrir las puertas de otra.

                

Comentarios