BONSAI


Escrito por: Christine Nöstlinger
Traducido por: María de las Mercedes Ortíz
Publicado por: Grupo Editorial Norma
Recomendado para: Lectores en marcha
Novela

Elizabeth me recomendó Bonsai. Lo dejé a un lado de mi pila de libros y lo olvidé mientras me hallaba sepultado por las novelas de John Carter.  Es muy divertido, me dijo Elizabeth. Le tomé la palabra, pero estaba inmerso en otro libro. ¿Me llevó Bonsai?, atacó en algún momento. No, respondí. Le dije que lo iba a leer. No sabía en qué momento, pero lo quería leer. Mientras tanto una compañera había dejado un libro de Albeiro Echavarría que me habían recomendado. De repente, un día a punto de salir de la casa encontré que no tenía nada a mano para leer, así que rebusqué en uno de esos cajones en que tengo libros pendientes, lo metí en mi maleta y salí. Lo terminé en tres o cuatro días, mientras esperaba el bus para irme al colegio y luego, en la noche, leyendo mientras esperaba que dieran cualquier cosa buena en la televisión. No tendría que añadir que me atrapó. Me atrapó.

Bonsai es, en primer lugar, un libro bien escrito, con un protagonista que dista mucho de ser un joven modelo y de querer ser un joven modelo. Le dicen Bonsai porque es muy pequeño, aunque nada humilde.

     Y que en la clase no me hayan bautizado sencillamente “Enanito”     se debe a que en realidad soy muy bello. En los enanos por lo general     fallan las proporciones: tienen las piernitas muy cortas, la cabeza       demasiado grande o los bracitos muy largos. Pero en mí todo concuerda     como en un arbolito bonsái. (pp. 13-14)

Nöstlinger, quien cede la voz a Bonsai para que narre su historia, por fortuna renunció a cualquier intención de ser políticamente correcta y no repara en dejar que Bonsai sea cruel, con sus hermanos, con su prima, con sus amigos y, por supuesto, consigo mismo. Tampoco tiene ninguna intención de convertir su relato en una guía moral y por ello son épicas las discusiones del protagonista con su madre, a quien llama sin ningún temblor de voz, “la separada”, sin importar que sea una profesional ambiciosa y que busque, aun en medio de sus escarceos amorosos, una forma u otra de acercarse a él. No hay paz entre ellos, principalmente porque Bonsai es un adolescente, y como la mayoría de los adolescentes tiene un montón de preguntas que no sabe ni tiene muchas ganas de contestarse. No es un ser atormentado, es importante dejarlo claro, es él quien atormenta.

     Por otro lado, quizá uno de los aspectos positivos de Bonsai es que no se llama a engaño, es plenamente consciente de sí mismo, de su lugar en el mundo, “Yo vivo en una pequeña y muy privilegiada familia de una muy privilegiada clase de un muy privilegiado país, o sea que fue triple mi caída en el mejor lado de este mundo.” (pp. 191-192). Eso le permite vivir sin culpa alguna los denominados problemas del primer mundo, hablar con franqueza y tranquilidad su incertidumbre frente a su orientación sexual, e incluso celebrar con “la separada” su aparente intento de suicidio y manipular algunas situaciones con sus profesores. Bonsai está investido de una superioridad moral que no permite discusión y que le permite manifestar con descaro sus prejuicios frente a sus semejantes e incluso superiores. Así, escapa de la angustia, o de lo que puede generarle angustia con sus amigos los Pribils,

(…) la verdad es que prefiero estar metido en la piscina con Pribil & Pribil, amontonados como sardinas sobre un estrecho camastro de madera, que pensar cómo pasa el hombre de la escala estética a la escala de la ética por la vía de la aceptación de la angustia, y cómo estando sólo toma consciencia de su libertad cuando capta que necesita la gracia de Dios para salir del temor y la duda, y entonces acepta voluntariamente que su fe es una fe en el absurdo. (p. 168)

     Y luego ataca con aparente candidez la sobreprotección abusrda que muchos padres tienen con sus hijos. Así, la madre de los Pribils, los pobrecitos Pribils, los inútiles Pribils, sus queridos tontarrones, como los llama con condescendencia Bonsai,

La india sioux dice que sus hijitos no pueden resolver sus problemas de lenguaje, y que es una maldad que les pongan notas miserables porque eso no es estupidez o pereza, sino una enfermedad. (p. 171)
   

     Bonsai es así, cínico, divertido, condescendiente, presuntuoso, temeroso y confundido; características que lo hacen un libro condenadamente divertido y, en algunos casos, cuando lees entre líneas, perturbador. 

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