SALTARÉ SOBRE EL FUEGO


Autora: Wislawa Szymborska
Ilustrado por: Kike de la rubia
Traducido por: Abel Murcia y Gerardo Beltrán 
Editado por: Nørdica Libros
Recomendado para: jóvenes lectores
Poesía


                ¿Es justo decir que un libro se termina mucho antes de que quisieras? Mejor, ¿es posible que un libro se termine mucho antes de que se desee?, ¿más aún si ese libro es de poesía? Porque eso es justo lo que me acaba de suceder con Saltaré sobre el fuego

     Entendámoslo. No es que me queje. La edición de Nørdica Libros es quizá la mejor que he leído de un libro de Szymborska. Sus páginas son de un grueso papel fino; el encuadernado parece estar hecho para resistir el paso del tiempo; las ilustraciones, que figuran entre lo figurativo y lo abstracto, brindan solidez –no se me ocurre una palabra mejor- al volumen; por último, la selección de poemas es exquisita. Parcial, pero exquisita.   

     Por otro lado, la mayor parte de los libros de Szymborska son insatisfactorios. Me refiero a que la mayor parte de los libros que de ella he leído son antologías, como este, no obras completas. Las antologías son buenas para iniciar con un escritor, te permite conocerlo un poco, tantearlo, indagar si te gustaría profundizar en él. Una antología, entonces, es como una primera cita. Pero, hay que decirlo, no es fácil, tener una relación profunda con Szymborska; es un poco como esa película mala de Adam Sandler, 50 First Dates, donde un hombre intenta tener una relación con una mujer que no tiene la posibilidad de generar nuevos recuerdos. Szymborska es maravillosa, aunque la edición de sus libros es frustrante. 

     Con todo, Saltaré sobre el fuego, me permite que mis estudiantes indaguen un poco en ese verso libre, irónico, mordaz, sensible, cotidiano, que la hacen tan ella, tan única. 

     Los puristas agradecerán que se trata de una edición bilingüe; quienes apenas la conozcan tendrán una magnífica primera cita. Más allá de ello, quien quiera tener una relación más profunda, deberá tener paciencia y constancia, los secretos de cualquier relación verdadera. 

     Por último, y para no perder la costumbre, transcribo uno de esos poemas que Martha podría admirar, 

     UN GATO EN UN PISO VACÍO

     Morir, eso no se le hace a un gato. 
     Porque qué puede hacer un gato 
en un piso vacío.
Trepar por las paredes. 
Restregarse entre los muebles. 
Parece que nada ha cambiado 
y, sin embargo, ha cambiado.  
Que nada se ha movido, 
pero está descolocado.
Y por la noche la lámpara ya no se enciende. 

Se oyen pasos en la escalera, 
pero no son esos.
La mano que pone el pescado en el plato tampoco 
es aquella que lo ponía.   

Hay algo que no empieza 
a la hora de siempre. 
Hay algo que no ocurre 
como debería.
Aquí hay alguien que estaba y estaba, 
que de repente se fue 
e insistentemente no está. 

Se ha buscado en todos los armarios. 
Se ha recorrido la estantería. 
Se ha husmeado debajo de la alfombra y se ha mirado. 
Incluso se ha roto la prohibición 
y se han desparramado los papeles. 
Qué más se puede hacer. 
Dormir y esperar. 

Ya verá cuando regrese, 
ya verá cuando aparezca. 
Se va a enterar 
de que eso no se le puede hacer a un gato. 
Irá hacia él 
como si no quisiera, 
despacito,
con las patas muy ofendidas. 

Y nada de saltos ni maullidos al principio.  

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