Autora: Svetlana Alexiévich
Traducido por: Ricardo San
Vicente
Editorial: Debate (otra
forma de decir: Penguin Random House Grupo Editorial)
Recomendado para: jóvenes
lectores
No ficción
Hace pocos días Chernóbil fue de nuevo
recordada porque se conmemoraron los 30 años del accidente, de la tragedia. Sin
embargo, para el mundo occidental, para los jóvenes de ahora, Chernóbil es tan
solo una nota a pie de página en los libros de historia. Más aún, para nosotros
mismos, para aquellos de la década de los 70´s, para quienes estuvimos vivos
cuando acontecieron los hechos, Chernóbil fue un hecho lejano, tanto en el
tiempo como en el espacio. Sí, podemos decir que fue terrible, pero lo decimos
con el mismo tono de voz de quien olvidará lo que ha comentado a la hora
siguiente.
No comprendemos los sucesos de Chernóbil,
porque hasta ahora nadie se detuvo a contarnos de que había tratado, y cuáles
habían sido las dimensiones del accidente; nadie había hecho hincapié en el
hombre, en lugar de hacer hincapié en la técnica.
Conocí voces de Chernóbil en la góndola de
un supermercado. En aquel instante me dejó con la inquietud de conocerle, pero
no me sedujo con la suficiente fuerza. Empero, a veces, los libros dan segundas
oportunidades. En este caso –cómo podía ser de otra forma- Elizabeth lo puso en
mis manos.
La pluma de Svetlana Alexiévich es una de
las más poderosas que he conocido en mucho tiempo, sabiendo componer cuadros
vívidos que saben conducir al lector al abismo que fue, que es, Chernóbil. La
galería de testimonios (de personajes, dirán algunos) es conmovedora, patética
en toda su intensidad, componiendo una sinfonía coral que permite, tanto al
campesino como al liquidador; tanto al hombre soviético como al escéptico;
tanto a los ancianos como a los niños; hacer escuchar su voz. Entendemos así
gran parte de la multidimensionalidad de la tragedia, de la forma en que afectó
los poblados cercanos, de la misma manera en que afectó la identidad de lo que
era la Unión Soviética. Alexiévich nos permite adentrarnos en los sueños de
quienes habitaban Chernóbil, así como en sus pesadillas, en su humor –negro e
inquietante- y en su necesidad de una mitología que les permita entender lo
acontecido.
El primer monólogo –cada relato es
denominado monólogo- es quizás uno de los más impresionante, y al mismo tiempo
uno de los más hermosos, porque se trata de una tragedia de amor, una tragedia
que simboliza la magnitud de lo acontecido en aquel entonces. Así mismo,
sorprende la manera en que muchos de quienes prestan su testimonio hablan de un
concepto algo ajeno, el hombre soviético de aquel entonces. Un hombre que sigue
la autoridad sin cuestionarla, que se lanza sobre el reactor sin pensarlo
siquiera intentado acallar su furor.
Por otro lado, no se puede dejar de
comparar Voces de Chernóbil con otro
libro de no ficción trágico, Underground de Haruki Murakami. En este sentido, tenemos
que el libro de Murakami es más transparente en la forma en la que elige,
compone y reconstruye los testimonios, dejando al lector la tarea de formarse
su propia opinión. También es claro cuál es la opinión, el sentir del mismo
Murakami. Alexiévich, por otro lado, nos presenta un libro más opaco. No
sabemos cómo accede a los testimonios, cuál es su proceso de reconstrucción, de
selección; cómo se acercó a los mismos actores de los hechos. Este conjunto de
hechos nos lleva de alguna manera a cuestionar el mismo concepto de la no
ficción, pues ignoramos hasta qué punto Alexiévich construye los relatos de su
libro.
Con todo, nos queda la impresión de
habernos asomado a una tragedia, de haberla atisbado y haber tomado de ella un
poco de eso que llamamos comprensión. El camino de ida a Chernóbil es doloroso,
no lo es menos cuando una parte del viaje se queda en nosotros.
Linda reseña, para un libro tan triste.
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