Autor:
Carlo Collodi
Ilustrador:
Roberto Innocenti
Editorial:
Kalandraka
Recomendado
para: los pequeños
Libro ilustrado
Las aventuras de Pinocho es uno de
esos relatos que, como Caperucita Roja o La Bella Durmiente, pertenecen a la
cultura occidental. ¿Quién no recuerda la tierna imagen del títere de madera
popularizada por Disney?, ¿quién no sabe que al decir mentiras a Pinocho se le
crece la nariz?, ¿quién no recuerda a Pepe Grillo?, una conciencia tan
absolutamente arrasadora, que luego repetiría papel con otro nombre en la
película Mulán –Sí, también de Disney, quien dulcifica historias políticamente correctas
como… bueno, como crispetas-.
Antes que todo, debe decirse que esta edición
de Kalandraka es majestuosa. En primer lugar por sus características físicas:
tapa dura con sobre cubierta impresa a todo color, que permite su fácil manipulación,
además de su tamaño que lo hace accesible con facilidad. En segundo lugar, y lo
que le otorga un espacio en cualquier biblioteca son las maravillosas ilustraciones
de Innocenti, quien no sólo figura con su nombre en la tapa, sino que se auna a
Collodi como autor. Así, en la tapa, justo después del nombre, figura Carlo
Collodi y Roberto Innocenti. Para quienes vemos a diario como el nombre del
autor es relegado, si acaso, a la página legal de los libros, encontramos ese
lugar en la portada francamente maravilloso. Por supuesto, a medida que vamos
recorriendo las páginas del libro, entendemos porque el ilustrador italiano
figura como autor.
El
primoroso trabajo de Innocenti rebela la majestuosidad de su trabajo. Desde la
primera página encontramos ilustraciones plenas de detalles minúsculos que nos
transportan a la vida de los pequeños pueblos de Italia. Así, nos encontramos
las casas, las pequeñas vías, y el vestuario de los habitantes de cualquier
momento entre los finales del siglo XIX y los principios del XX. Acaso, tal vez
haya algún pueblo justo así en este momento. Pero la magia de las ilustraciones
de Innocenti no termina ahí, puesto que vemos como, a partir de la construcción
de diversos planos y escenas panorámicas, el lector se ve inmerso en el estado
anímico de las situaciones. Esta magia- pues de magia, nada más y nada menos,
se trata- alcanza su punto cumbre de desolación en la escena en la que Pinocho
es ahorcado.
Por
supuesto el lector se habrá dado cuenta que he dedicado un espacio extenso a
hablar del trabajo del ilustrador sin referirme al autor, y esto es, simple y
llanamente, porque la historia no me convenció.
Bien,
detengámonos un momento. Las aventuras de
Pinocho se escribieron en un momento histórico en los que las narraciones
con carácter moralista abundaban; dicho de otra forma, la literatura era una forma
de educar. Así, Pinocho cumple con su cometido, pues la historia narra las
diversas aventuras de una marioneta tonta –asumo que tenía cerebro de serrín-
que desobedece de manera descarada a un hombre que está dando la vida por ella.
El motivo de convertirse en un niño de verdad en realidad es un elemento
posterior que aparece, de manera aproximada, en el último tercio del libro. De
resto, lo único que encontramos es el esfuerzo de un padre por darle todo a su
hijo de madera, y como este se las arregla para meterse en un lío tras otro.
Empero lo que en verdad me disgustó fue la poca coherencia de los personajes
con los que se encuentra Pinocho, desde Geppetto hasta el Hada Azul, pasando por
el titiritero y Pepe Grillo –quien muere de un mazazo en el capítulo cuatro y aun
así vuelve a aparecer dos veces en capítulos posteriores- , los personajes se
comportan como unos verdaderos imbéciles, cuya única virtud, si es que se puede
decir eso, es tener una capacidad infinita de olvidar la tontería de la
marioneta.
Con todo,
las situaciones descabelladas, propias del non
sense, pero que no lo alcanzan por su afán moralizador, puede hacer aún las
delicias de los más chicos, y los padres que pueden a través de este volumen otorgar
a los niños una de nuestras más importantes herencias culturales.
Habrá que ver solo las ilustraciones.
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