Mucho se ha
discutido acerca de la forma en que los nuevos medios de comunicación afectan
la forma en que la gente lee, no solo en cantidad, sino también en la calidad.
Alguna vez un profesor de la universidad refirió que al haber sido invitado a
una universidad estadounidense a dar una charla, había observado que la
atención de su auditorio se disipaba cada cierto tiempo, pongamos un promedio
de quince minutos; al preguntar acerca de este fenómeno a quien lo había
invitado, este le respondió que era el tiempo en que los programas de
televisión se demoraban en poner los comerciales. Así, la atención de un
televidente promedio tendía a disiparse al llegar las propagandas. ¿Podríamos
pensar que de alguna manera internet ha afectado nuestra capacidad de leer o de
atender? Procederé para ello a comentar mi experiencia en el tema.
Hace ya dos
años mi esposa y yo nos propusimos visitar con mayor asiduidad la Feria Internacional
del Libro de Bogotá; yo, porque lo consideraba una de mis obligaciones al
denominarme promotor de lectura (este tema es un post obligado en el futuro);
ella, simplemente porque adora los libros infantiles y viajar. Así que en el
2013, entre libro y libro caí en la red de un nuevo artilugio que estaban
exhibiendo en medio de uno de los pabellones, una Tablet Galaxy Note 8.0, ideal para trabajar y para sacar mi lado
creativo. Elizabeth, como se llama mi esposa, puso cualquier cantidad de pegas
al asunto pero al fin me salí con la mía, saliendo poseedor, no solo de una
buena cantidad de libros sino también de una nueva tableta que me podría servir
para dejar de cargarme los veinticinco kilos que debe pesar mi computador portátil.
Aunque no lo sabía mi vida iba en verdad a cambiar.
Si han
leído hasta aquí no crean en ningún momento que este va a ser un virulento
ataque contra la tecnología, de hecho, si así se quiere ver, este texto se
asemejará más bien a la confesión de un adicto.
Al
principio, por supuesto, pensé que la Tablet
(palabra que el computador insiste en iniciar con mayúscula) iba a permitirme
desarrollar un montón de ideas y que me permitiría innovar mis clases en el
colegio donde laboró. Como podrán imaginarse las cosas no sucedieron así, sobre
todo al averiguar la cantidad de periféricos que necesitaría para ello, la
dificultad de conseguirlos y el costo que sumado acarrearía más que haber
comprado un portátil de última generación. Así que no, seguí cargando mi
computador, mis libros, la tableta y el kindle.
Lo que sí
me proporcionó la tableta fue la posibilidad de conectarme a diversas redes
sociales en casi cualquier lugar, al no poseer Facebook, me decanté por el uso
de twitter e instagram con la excusa de difundir de manera más efectiva los
contenidos de la revista estudiantil que se halla a mi cargo (@viceversaglc). Y
sí, debo decirlo, para eso ha sido bastante más efectivo. Con lo que no contaba
era con la forma que esto iba a incidir en mi producción intelectual.
Un año
antes, las cifras de mis préstamos y consultas en la biblioteca del colegio, que
se traducen, para mí, en lecturas efectivas, había llegado al muy deseable
monto (sí, como si se tratase de dinero) de 132 ejemplares, sumados entre
revistas, libros de literatura, consulta académica y de LIJ. Empero, poco a
poco, y por la necesidad de alimentar las redes sociales, mi promedio de
lectura y escritura comenzó a decaer, así mismo la forma en que estaba leyendo.
Por supuesto, ha de aclararse, esto no obedece tan solo a la influencia de la
tecnología, diversos proyectos de promoción de lectura (Fiesta de la Lectura,
por poner solo un ejemplo) acapararon mi atención, amén de la carga ingente de trabajos
que mi materia –Metodología de la investigación- acarrea. Con todo, las redes
sociales fueron poco a poco acaparando mi atención y mis esfuerzos. Revisaba
con cierta obsesión la cantidad de likes que
recibía las fotos publicadas, así mismo la cantidad de retuits o favoritos con
que señalaban mis enlaces o publicaciones de este mismo blog por internet (me
pueden encontrar en twitter como @marn_f), así como los comentarios que
recibía.
Ha sido tal
la magnitud del impacto que en muchas ocasiones me sentaba o acostaba a leer un
libro con la tableta al lado, esperando cualquier anuncio, alarma de comentario
para contestar, o me detenía para ver que había sido puesto en periódicos o
revistas acerca de la lectura para retuitearlos, comentarlos o difundirlos.
Estoy contribuyendo con la causa, me decía entonces.
La cuestión
comenzó a ser más preocupante cuando en julio Elizabeth me regaló un teléfono
inteligente. He llegado incluso a descuidar la alimentación del blog. Ahora,
sólo ahora, estoy preocupado, al punto de iniciar un proceso de lo que denomino
desintoxicación de internet.
Siendo un
lector de tiempo completo, y escritor cuando las ideas me asaltan, he procurado
construir un horario de acciones delimitadas donde internet tenga un papel
menos importante en mi vida. Más aún cuando en una conversación con un amigo -
que en cualquier momento, en medio de cualquier conversación, muestra fotos de
Instagram o me lee tuits de conocidos- este se defendió ante una interpelación
acerca de si las redes sociales no le estaban quitando tiempo para la lectura.
Ahora, dijo entonces él, estoy leyendo lo que a mí me interesa.
En retrospectiva
puedo decir que he comenzado a leer más periódicos y revistas digitales, pero que
en muchos casos me salto párrafos enteros; incluso he podido observar que
comento noticias de las que no he pasado más allá del titular que he encontrado
por twitter o que ha llegado a través de un rápido escaneo de los periódicos.
Como he
mencionado antes, me considero un lector de tiempo completo, pero también soy
un promotor de lectura, y aunque sigo compartiendo libros con mis alumnos, no
puedo dejar de preguntarme como la exposición a los medios digitales están
moldeando nuevas formas de pensar de los muchachos, nuevas formas de
relacionarse con el texto escrito, que no siempre son para bien. Más aún cuando
puedo observar que la prensa de hoy, siempre atenta a la chiva, difunde de
cualquier manera, tomándola como cierta, las noticias de portales como
actualidad Panamericana o elmundotoday, reconocidas páginas de burlas y humor.
Si nosotros
estamos expuestos, ¿de qué forma están expuestos aquellos que comienzan a
formarse en la lectura y la escritura?, ¿qué han crecido, o están creciendo,
con una tableta y un teléfono inteligente? Esos mismos niños y jóvenes que son
tratados como consumidores de Harry Potter por los estudios Warner.
No he
pretendido dar respuestas, solo comentar una situación personal y esbozar una
preocupación.
Y tú,
amable lector, ¿cómo te estás relacionando con este mundo tecnológico de hoy?
Interesante, muy interesante...
ResponderEliminarHola Hiperterminal, hola Martha.
ResponderEliminarHay muchos elementos que se pueden analizar aún sobre este tema. Por lo pronto agradezco a Hiperterminal por los enlaces enviados, a ver si ahondo un poco sobre los temas y seguiremos divagando, compartiendo y, ante todo, al menos de mi parte, leyendo.