No comas renacuajos



Autor: Francisco Montaña Ibáñez
Editorial: Babel
Recomendado para: Jóvenes lectores
Novela

Hace algún tiempo Elizabeth me había hablado de No comas renacuajos, recalcándome su cruda dureza. Descrito así, el libro no pudo hacer más que interesarme. Ya después de conocer Juul, los libros problematizadores han despertado de manera continua mi curiosidad.
En este caso, sin embargo, no me encontré frente a un libro censurado o condenado, me encontré frente a un libro que es leído una y otra vez por jóvenes de diversas edades. Lo que puede llamar la atención de muchos adultos y editoriales (sí, señores, tiene más de una cosa que aprender, ante todo en la calidad de lo que publican), es que en el relato de Montaña no hay vampiros ni hombres lobos ni dioses ni brujas ni elfos ni ningún hecho fantástico. El libro se haya constituido por pura y monolítica realidad.   Aquí también hay diferencias importantes, ningún sicario hace su entrada triunfal, no hay ninguna mención al narcotráfico y sus protagonistas no están buscando realizar ninguna escalada social, solo pretenden sobrevivir.
 Estas diferencias hacen que nos centremos entonces en lo que muchas veces las editoriales no se centran, apresurados en reproducir series infinitas, en la calidad de la escritura. No comas renacuajos es, antes que nada, un relato muy bien escrito que se adentra en la miseria de un conjunto de hermanos, quienes abandonados por su padre deciden permanecer juntos a pesar de todo. A pesar de la miseria, la tristeza y el abandono. A pesar del hambre, del hambre infinita que los carcome, que los devora, que los consume, que busca doblegar su espíritu.  Adicional a esto, Montaña narra su historia desde dos puntos de vista. El primero de ellos se centra en este conjunto de hermanos; el segundo en la historia de una niña en un instituto de acogida temporal que conoce a un niño que es conocido como el inmortal.
Ahí están los ingredientes, quien quiera conocer el resultado de la receta debe acercarse a estas 108 dolorosas páginas y sufrir el proceso. Lo peor, cuando se termina de leer No comas renacuajo, es la sensación de derrota que queda ante el mundo en que vivimos. 

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