Leo
Egon de Edgard Westendorp, publicado
por Villegas Editores. De esta editorial siempre me han llamado la atención sus
libros de grandes formatos, conocidos, principalmente a través de su librería,
que estuvo activa en Cali, hasta finales de febrero de este año. A ver los
nombres de autores como Angela Becerra o Patricia Castañeda y títulos como Cenicienta y la galleta de la fortuna o El alma de Bogotá, siempre me pregunté
la relación de Egon con el corpus de
la editorial. Un artículo reciente de la revista Arcadia me lo ha aclarado.
En
la edición número 93 de la revista Arcadia, Lorenzo Morales publica el artículo
“El rediseño de Benjamín Villegas” en donde realiza un análisis de cómo Villegas
Editores se ha enfrentado a un campo que en la actualidad está enfrentando una
profunda crisis. Villegas en particular, ha tenido que cambiar su visión de
negocios y cerrado algunas de sus librerías en el país. En este artículo
Morales señala la desigual colección literaria de Villegas, donde el único éxito en ventas fue Ángela Becerra,
una best-seller sentimental que
vendió más de cien mil ejemplares. (Morales; 2013). Es este mismo artículo
Morales señalará que Villegas es ante todo la empresa de un solo hombre, que se
encarga de cada detalle de sus libros. Un elemento muy diciente en una empresa
que ha descollado de manera relevante en los libros de gran formato, en
especial en los de turismo y arte.
El
caso de Villegas Editores es representativo, como se decía con anterioridad, de
un modelo que está mutando de una manera frenética, en donde los protagonistas
tradicionales –libreros, editores y escritores- no han terminado aún de
asimilar. Otro elemento representativo de este cisma es la proliferación de la
autopublicación. Si bien la autopublicación no es propia de nuestros tiempos, puesto que
siempre que el autor pueda invertir en sus propias impresiones, podrá
autopublicarse, bien es cierto que si ha sido impulsada por la posibilidad de
hacerlo sin pagar un solo peso a través de la creación de blogs o en la sencilla maquetación de a través de una procesador de
texto y su consecuente transformación en documentos pdf. Eso para los ingenuos, o quienes sólo quieren
ser leídos, quienes quieren ir un poco más allá realizan su proceso a través de
las facilidades que brinda Amazon, quien de paso parece garantizar que los
libros no se reproduzcan con facilidad sin pagarle a quien labora.
En
El péndulo de Foucault, Umberto Eco
se burla de la industria del libro, al situar un Jano bifronte editorial, que
por un lado es una respetable agencia de publicaciones técnicas, Garamond, y por
el otro es una empresa que facilita e incentiva la autopublicación, Manuzio.
Así, todo autor, que no se considera lo suficientemente bueno para Garamond es
enviado ipso facto a Manuzio. Para la editorial, por supuesto, se
trata de un negocio redondo. Mientras Garamond garantiza ediciones cuidadas,
corregidas y evaluadas, Manuzio sólo se encarga de producir dinero a costa de
la ingenuidad de sus clientes, a quienes se les asegura, una vez la venta de
sus libros, que nunca han sido impresos en su totalidad, fracasa, que se trata
de autores demasiado adelantados a sus tiempos, razón por la cual la mayor
parte del lote de libros costeados serán destruidos. Sobra mencionar los
ingentes esfuerzos pecuniarios que el autor de marras hace para evitar que esto
suceda.
Egon no parece haber sido autofinanciada, sin
embargo si parece haber sido hecha a la medida de su autor. El libro se
presenta en un estuche para sus dos volúmenes, acompañado de un hermoso árbol
genealógico del protagonista y un mapa de las tierras de Norte, en donde está
ubicado el relato. La presentación del libro es impecable, atractiva y bien
diagramada. Los problemas surgen cuando comenzamos a adentrarnos en el relato.
Cabe
decir con anterioridad, que Egon,
parece ser la única obra literaria de Edgard Westendorp, a la que le dedicó 29
años de su vida, y que vio publicada a sus 93 años de edad. El esfuerzo es más
que considerable y deja a Colombia una de las pocas obras épico-fantásticas que
ha tenido en su historia. Empero, el resultado deja aún que desear. El libro
relata la historia de Egon Ingling, príncipe de Norland, uno de los grandes
reinos de Mittgard, quien ascenderá al trono en medio de intrigas, amores y el
apoyo del pueblo. Poco más sé en verdad, puesto que estoy apenas en la página
485 de 766 del primer tomo.
Westendorp comenzó su obra en 1974, y mucho de
ella conserva la influencia de la literatura épica de aquel entonces. En
algunos momentos uno cree estar leyendo un relato de Solomon Kane de Robert E.
Howard, dada la plana construcción del personaje principal, a quienes se le
atribuyen, casi en cada párrafo, epítetos como: heroico, entereza, lucidez,
incógnita, inventiva, visión clara, etc., etc., etc. Amén de
la plana caracterización de Egon se encuentran justificadas sus acciones, tanto
las benéficas como las adversas, cuando no son acompañados sus éxitos por
sorprendentes Deus ex machina. Sin embargo
esto no es todo, acompañando la adjetivación excesiva se encuentra el abuso de
los adverbios terminados en mente, que tanto académicos como literatos buscan
eliminar con presteza. Así, podemos leer:
Su familia, bien lo sabe, ha venido enajenándose
lentamente del cariño del pueblo. Si durante el reinado de su abuelo, que él ha
estudiado atentamente, los intendentes reales planearon astutamente la política
de interponerse entre el trono y los humildes, en el gobierno de su padre
parecieran haber alcanzado plenamente su meta. (Westendorp; pg. 30)
Se
debe reconocer empero que la situación de la obra de Westendorp es atípica. Por
un lado emprende su obra en solitario durante 29 años, después del cual
abandona su trabajo en un baúl, de donde solo es rescatado para entregárselo a
su sobrino-nieto, Jorge Pradilla, la única persona, quien de acuerdo con el periódico
El Tiempo, preguntaba por la obra en cuestión. Será Pradilla quien contaría,
(…) con la complicidad del editor Benjamín Villegas,
quien luego de leer el libro se montó en esta aventura editorial. A ellos se
unieron Beatriz Caballero, hija del escritor Eduardo Caballero Calderón, quien
se le midió a levantar en computador toda la saga, y Leandro Carvajal, quien se
dedicó durante más de un año, a la edición y revisión de datos. (El Tiempo; Parr. 7)
Es
de resaltar que en ninguna parte se menciona una edición de estilo y no deja de
ser curioso que su única mención sobre el libro en el informe de El Tiempo sea
de una línea en la que se refiere a la concepción original del libro.
En
Egon es visible el trabajo de
presentación física del libro, empero adolece de trabajo en la revisión
estilística y argumentativa. Hay tres capítulos completos, por ejemplo, que se
retrotraen a la adquisición de una sierva querida de Egon, Lidda, quien lo
inicia en la sexualidad y le evita las intrigas de la corte; sin embargo, el
episodio que relata es superfluo, no teniendo ninguna consecuencia en los actos
narrados. En otra parte, Egon es atacado en medio de un bosque, y salvado
gracias a un eclipse de luna que sólo es descrito después de los hechos
narrados.
Estos
elementos, en su ausencia, ratifican la necesidad de un editor –que no
necesariamente de una editorial-, es decir de un lector crítico y atento que
trabaje con el autor en el mejoramiento de su obra, en su pulimiento. Son variados
los casos de los autores (Paul Auster y Setphen King, son nombres que se me
ocurren ahora) que dan gracias oportunas
a sus editores por su ingente trabajo.
Con
todo, Egon es un trabajo literario
que marca un hito en la literatura colombiana, dada su capacidad de inventiva y
la complejidad del mundo narrado, un trabajo que pudo haber corrido aún mejor
suerte de ser acompañado por un proceso de edición más estructurado, centrado
en aportarle más al autor y menos empeñado en hacer un favor.
Fuentes
de consulta:
- Morales Lorenzo. (2013) El rediseño de
Benjamín Villegas. En Revista Arcadia. Edición 93. Junio 14 de 2013.
- Restrepo Carlos. (2010) a los 93 años publica
su primer libro. Recuperado el 26 de junio de 2013, de: http://bogota.vive.in/libros/articulos/agosto2010/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR_VIVEIN-7846613.html
- Westendorp, Edgard. (2010) Egon. Bogotá:
Villegas Editores.
Leído. Me costó mucho trabajo organizar unas ideas para expresarlas, me dejaste un montón de preguntas. Otra tesis es este artículo.
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