Autor: Charles
Bukowski
Editorial:
Anagrama
Recomendado
para: Jóvenes lectores
Antología
Siempre hay un
libro. Y cuando me refiero a esto quiero decir que siempre está el libro que se
salva en el diluvio o que se lleva a la tenebrosa cita del trabajo o cuando nos
vamos a hacer ese examen que tanto nos disgusta y/o tememos. En mi caso hay
varios, por supuesto. Uno de ellos es la saga completa de La torre oscura de Stephen King; otro, sería sin lugar a dudas, Cyrano de Bergerac de Edmond Rostand; y
qué decir del nunca bien ponderado Los
miserables de Victor Hugo; y junto a ellos, sin desmerecerlos ni un poquito,
se halla este volumen antológico, que reúne, a mi juicio, lo más selecto de ese
gran perdedor que fue Charles Bukowski.
A Bukowski hay
que comenzar a leerlo en la juventud, cuando nada de lo que se haga puede dejar
de asemejarse a la torturada vida de este escritor. Hay que leerlo viendo Barfly y tomándose una cerveza, o cuando
se prueba por vez primera el sexo de una mujer. Es un libro que siempre tiene
un valor, una línea que merece ese momento que estamos viviendo. Y es que la
importancia de la obra de Bukowski consiste no sólo en la grandeza de su
poesía, sino en cómo esa poesía nos recuerda constantemente lo que somos y lo
que hacemos; se trata de una obra que en su conjunto está a la altura de los
mitos, puesto que nos permite identificarnos. Bukowski no es alto, y esa bajeza
nos permite encontrarnos a nosotros mismos y recordar que también podemos
contemplar y hacer la poesía.
Mi historia con
este volumen en particular comienza con el ejemplar de la universidad y luego
el encuentro de muchos de sus poemas en una horrible traducción argentina (que
me disculpen los argentinos, me encanta su traducción de Los tres cerditos de Rald
Dahl, pero los detesto cuando traducen a Bukowski) que decía vos y sos en cada
línea, lo que me hacía sentir que estaba leyendo uno de los malos poemas de
Benedetti.
Durante mucho
tiempo busque Peleando a la contra y
aunque hallé en la red un ejemplar escaneado no fue suficiente. Sin embargo
hace poco tuve la posibilidad de encontrar en una única librería esta
maravillosa antología que recoge tanto sus mejores poemas y fragmentos
autobiográficos, lo que permite leer el libro como si se tratara de una novela
posmodernista o, simplemente –cómo me gusta a mi- ir pasando sus páginas
encontrando maravillas como aquella vez que acudió al doctor para que le
ayudara con su horrible problema de acné o aquel hermoso poema El cordón del zapato, que recientemente
le leí a mis estudiantes de último grado y que transcribo a continuación:
una mujer, una
rueda
pinchada, una
enfermedad, un
deseo; temores
ante ti,
temores que
puedes estudiar
como las piezas
de ajedrez…
no son las cosas
importantes las que
llevan a un
hombre al
manicomio. está preparado
para la muerte o para
el asesinato, el
incesto, el robo, el incendio,
la inundación.
no, es la serie
continua de pequeñas tragedias
lo que lleva a
un hombre al
manicomio…
no es la muerte
de su amor
sino el cordón
del zapato que se rompe
cuando tiene
prisa.
el horror de la
vida.
es ese enjambre
de trivialidades
lo que puede
matar más deprisa que el cáncer
y siempre están
ahí:
la matrícula del
coche o los impuestos
o el permiso de
conducir caducado
o los contratos
o los despidos
hacerlo tú o que
te lo hagan o
el estreñimiento
o las multas por
exceso de velocidad,
polillas,
grillos o ratitas o termitas o
cucarachas o
mocas y
la tela metálica
que se
ha roto,
o pasarse
o no llegar,
la pila atascada
o la casera borracha
al presidente no
le importa y el gobernador está
loco.
el interruptor
de la luz roto, el colchón como
un puerco espín,
105 dolares por
la puesta a punto, el carburador y la bomba de
gasolina en
Sears Roebuck,
y el recibo del
teléfono que sube y la Bolsa
que baja
y la cadena del
retrete que se ha
roto
y la instalación
de la luz que se ha quemado,
la luz de la
entrada, la luz del frente, la luz de atrás,
la luz del
interior; está más
oscuro que el
infierno y
es el doble de
caro.
y, además, siempre
hay ladillas y uñas que se encarnan
y gente que
insiste en que son
amigos tuyos;
siempre hay eso
y cosas peores:
grifos que
gotean, Cristo y la Navidad,
el salami azul,
9 días de lluvia,
50 centavos de
aguacates
Y embutido de
hígado morado.
o montárselo
de camarera en
Norm´s con turno partido,
o de vaciador
de}orinales,
o de lavacoches
o de pinche de cocina
o de ladrón de
bolsos de ancianas
que las deja
gritando en la acera
con un brazo
roto a la edad de
80 años.
de pronto
2 luces rojas en tu espejo retrovisor
y sangre en
la ropa
interior;
dolor de muelas y
979 dólares por un puente
o 300 dólares
por una muela
de oro,
y China y Rusia
y Estados Unidos y
pelo largo y
pelo corto y
pelo y barba y
sin rostro
y muchos papeles
de liar pero ninguna
hierba excepto
tal vez la del jardín.
con cada cordón
del zapato que se rompe
de entre cien
cordones de zapato que se rompen,
un hombre o una
mujer o una
cosa
va a parar al
manicomio.
así que ten
cuidado
al agacharte.
Me los prestas.
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